Las Religiosas Calasancias nacimos porque un hombre inquieto, Faustino Míguez de la Encarnación, sacerdote escolapio, escuchó a Dios en los susurros de su corazón y descubrió su llamada en las necesidades de los niños y los jóvenes. En el sur de España conoció la falta de atención y la deficitaria educación que se ofrecía a la mujer y, al igual que San José de Calasanz en Roma al ver a los niños, tampoco el P. Faustino pasó de largo ante esta realidad de las niñas. Y se comprometió.
Así fue como en 1885 en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) brotó una nueva rama en el árbol calasancio: las Hijas de la Divina Pastora Calasancias, mujeres llamadas por Dios y apasionadas por su Reino. Ese Reino del que Jesús dice «es de los que son como niños» (cf. Mt 19,14) y al que entran «los que se hacen como niños» (cf. Mt 18, 3).
> Mujeres entusiasmadas porque hemos recibido un don, un carisma, en el que encontramos el tesoro que da luz y color, sabor y vigor a nuestras vidas.
> Mujeres que seguimos a Cristo, Buen Pastor, que nos conoce, nos ama y nos guía; que pasó por la vida haciendo el bien; que abrazaba y bendecía a los niños.
> Con Él y como Él queremos buscar y encaminar, sin más armas que el amor.
> Amamos a María, Madre y Pastora, que es modelo de fidelidad en la entrega.
> Cultivamos la humildad, que nos hace fieles a Dios y a los hermanos.
> Vivimos con sencillez, que nos ayuda a hacernos pequeñas con los pequeños.
> Estamos dispuestas a dar la vida por los demás.
> Hemos escuchado la llamada de la Iglesia a compartir el carisma con los laicos y estamos escribiendo en nuestra historia «un nuevo capítulo rico de esperanzas», compartiendo vida y misión desde el carisma calasancio de Hijas de la Divina Pastora.