Te presentamos a continuación unas breves pinceladas sobre los datos más significativos de la vida y facetas de San Faustino Míguez, sacerdote escolapio fundador del Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora.a
El P. Faustino Míguez nació el 24 de marzo de 1831 en Xamirás, una aldea de Acebedo del Río, en Orense. Su familia forjó los elementos fundamentales de su personalidad: la fe en Dios, la oración, la devoción a María, la solidaridad con los más necesitados y el trabajo.
Tras realizar los estudios primarios en la escuela de su pueblo y sintiéndose llamado al sacerdocio, se trasladó al Santuario de Nuestra Señora de los Milagros, en Celanova, para estudiar Humanidades y Latín. Fue allí donde descubrió su vocación escolapia: ser sacerdote y educador, al estilo de San José de Calasanz.
Decidido a hacer realidad el sueño de Dios para su vida, en diciembre de 1850 ingresó en el Noviciado de las Escuelas Pías de Madrid. Tras tres años de formación inicial, hizo su Profesión de Votos Solemnes como Religioso Escolapio el día 16 de enero de 1853 y el día 8 de marzo de 1856, en la parroquia de San Marcos de Madrid, fue ordenado sacerdote.
En 1857 fue destinado a Guanabacoa (Cuba), donde se manifestaron sus dotes de educador y sus inclinaciones a la botánica y al estudio de las propiedades terapéuticas de las plantas.
En 1860 fue trasladado de nuevo a la Península y destinado sucesivamente a San Fernando, Getafe, Celanova y Sanlúcar de Barrameda. En 1873 fue nombrado bibliotecario en el Real Monasterio de El Escorial, donde aprovechó para seguir investigando las propiedades curativas de las plantas.
Posteriormente, fue enviado a Monforte de Lemos como rector y, en 1879, por segunda vez a Sanlúcar de Barrameda. Y fue en este pueblo gaditano donde el Padre Faustino descubrió la necesidad de formación de las niñas sanluqueñas, como años antes le había ocurrido a Calasanz con los niños de las calles de Roma.
Y así, impulsado por el Espíritu, inició una nueva obra, la Congregación de Hijas de la Divina Pastora, dedicada a la educación integral de la infancia y juventud y a la promoción de la mujer.
Finalmente, en 1888 fue trasladado a Getafe, donde permaneció hasta su muerte, el 8 de marzo de 1925.
El Padre Faustino descubrió, desde bien niño, que Dios lo llamaba a ser sacerdote.
Poco a poco, a través de la oración, del encuentro con la Palabra y la lectura de los acontecimientos diarios, descubrió que el Señor le invitaba a ser sacerdote escolapio, es decir, ejercer su ministerio también en la escuela, educando a niños y jóvenes al estilo de San José de Calasanz.
Faustino acogió con gratitud esta invitación de Dios y vivió siempre con alegría y profundidad su ser sacerdote.
Valora la labor del sacerdote que, desde su abnegación tanto bien hace y puede hacer. Lo define como pastor del pueblo y ministro de las altares señalando como características fundamentales la sencillez de corazón, la santidad de vida, la pobreza evangélica y la caridad de Jesucristo.
Quienes lo conocieron destacan los largos ratos del día que dedicaba a la dirección espiritual, al confesionario y, sobre todo, la cercanía y humanidad con que acogía a quienes acudían a él. En definitiva, el Padre Faustino entendió su ser sacerdote escolapio como ser un hombre del pueblo y para el pueblo, educando y sanando, como Jesús de Nazaret y San José de Calasanz.
Acercarnos al P. Faustino Míguez supone aproximarnos a una persona enamorada y amante del ministerio educativo, tal y como podemos percibir en todos sus escritos de carácter pedagógico. En ellos, encontramos a un hombre totalmente convencido de la importancia de la educación para que la persona llegue a ser feliz y como medio para renovar la sociedad. Así, escribe en el Discurso pedagógico de Celanova:
«renovar la sociedad desde su misma base y hacer la felicidad humana, mediante una educación sincera…»
Como buen escolapio, es un educador fiel a su fundador, San José de Calasanz. Su tarea educativa está empapada del lema calasancio «Piedad y Letras», lema que hace vida trabajando siempre por un mundo donde los pequeños sean los más queridos.
Su acción educativa no se reduce al ámbito de la escuela. Vive en contacto con las realidades vitales del pueblo, con sus problemas y necesidades, su dolor y enfermedad. Está atento a los cambios de la sociedad de su tiempo, al ambiente familiar, y a su entorno. Y se deja afectar por todo ello, buscando dar respuesta desde el Evangelio.
Como educador, teniendo en cuenta los testimonios de las personas que lo conocieron, podemos destacar su entrega diaria, su trato amable, humano y delicado con los alumnos, el carácter experimental y práctico que da a las asignaturas que imparte, su capacidad de animar y alentar hacia el bien, y su preocupación por los alumnos más atrasados.
Son interesantes sus aportaciones a la didáctica de las Ciencias con los libros que escribió: Nociones de Historia Natural, Nociones de Física Terrestre y Diálogos sobre las Láminas de Historia Natural.
El Diccionario de Ciencias de la Educación lo reconoce como un gran pedagogo.
Tal y como señaló el Dr. Basil Cavernali, médico que hizo un estudio de los específicos Míguez, hablar del P. Faustino es «tanto como adentrarnos en una vida dedicada por entero al amor de Dios y a la ciencia».
Desde su vocación científica, que descubre en Cuba y después consolida y desarrolla a lo largo de su vida, se siente llamado a liberar a la humanidad del sufrimiento en el cuerpo, ya que, como él mismo dirá:
«Si a ejemplo de mi Divino Maestro debo mirar en primer término por la salud del alma, también estoy en la obligación de atender, según mis fuerzas, a la del cuerpo.»
Esta certeza le mueve al estudio y conocimiento profundos de los extractos medicinales de las plantas, ya que vive convencido de que Dios ha depositado en la naturaleza, y precisamente en las plantas, los elementos necesarios para curar la enfermedad. La ciencia está, en su opinión, en conocer sus propiedades y saber aplicarlas. Por esto, podemos afirmar que la naturaleza es, para Faustino, una de las grandes huellas de Dios. Fruto de estas investigaciones son los Específicos Míguez, medicinas naturales que desarrolló para el tratamiento de diversas dolencias.
Cuando es destinado a Sanlúcar de Barrameda por primera vez, el Ayuntamiento le encarga el análisis de las propiedades terapéuticas de las aguas de los manantiales del municipio. El P. Faustino desarrolla este proyecto durante siete meses, con el único móvil de la gloria de Dios y el deseo de ser útil al pueblo. Terminado el análisis, el Ayuntamiento le nombra hijo adoptivo de la ciudad y publica un libro con los resultados.
La dedicación del P. Faustino a la investigación científica y su minucioso trabajo en este ámbito se ven reflejados en el Laboratorio Míguez, reconocido por el Ministerio de Sanidad en el año 1922.
El P. Faustino es, ciertamente, un hombre de Dios. Deseoso de ser fiel a Su amor y Su proyecto sobre él, vive con los sentidos abiertos al Espíritu y al mundo que le rodea. Tal es así que, durante su segunda estancia en Sanlúcar de Barrameda, ante la situación de marginación educativa de las niñas, se siente llamado a hacer presente la Buena Noticia del Evangelio de Jesús entre ellas. Muy dentro de su ser resuena la importancia de la mujer para la sociedad:
« …de estas almas, de esas heroínas que también se forman en el hogar doméstico cuando la madre es lo que debe ser y desempeña en aquel las funciones de apóstol que le corresponden, y también en la sociedad: […] hacerlas buenas cristianas y miembros útiles de la sociedad de que deben formar un día la parte más interesante».
En este contexto, se siente urgido por el Espíritu a poner fin a esta situación desde un servicio incondicional de caridad. Funda entonces el Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora, cuyo objeto concreta en las Bases de la nueva Congregación: «buscar almas y encaminarlas a Dios por todos los medios que estén al alcance de la caridad».
Para ello, propone una educación integral, que abarca la formación del corazón, los sentimientos, la personalidad y la ilustración de la inteligencia, y así «evitar que la inocencia del corazón se pierda entre las tinieblas de la ignorancia».
El 25 de octubre de 1998 el P. Faustino Míguez de la Encarnación, Sch. P., fundador del Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora es declarado beato en Roma por Su Santidad, Papa Juan Pablo II.
Durante la celebración eucarística, el Papa reconoce con las siguientes palabras la vida y obra del P. Faustino:
«El que se humilla será enaltecido» (Lc 18,14). Al elevar a la gloria de los altares al Sacerdote Escolapio Faustino Míguez, se cumplen estas palabras de Jesús que hemos escuchado en el Evangelio. El nuevo Beato, renunciando a sus propias ambiciones, siguió a Jesús Maestro y consagró su vida a la enseñanza de la infancia y la juventud, al estilo de San José de Calasanz.
Como educador, su meta fue la formación integral de la persona. Como sacerdote, buscó sin descanso la santidad de las almas. Como científico, quiso paliar la enfermedad liberando a la humanidad que sufre en el cuerpo. En la escuela y en la calle, en el confesonario y en el laboratorio, el P. Faustino Míguez fue siempre transparencia de Cristo que acoge, perdona y anima.
«Hombre del pueblo y para el pueblo», nada ni nadie le fue ajeno. Por eso, constata la situación de ignorancia y marginación en la que vive la mujer, a la que considera «el alma de la familia y la parte más interesante de la sociedad». Con el fin de guiarla desde su infancia por el camino de la promoción humana y cristiana, funda el Instituto Calasancio de Hijas de la Divina Pastora, para la educación de las niñas en la Piedad y las Letras. Su ejemplo luminoso, entretejido de oración, estudio y apostolado, se prolonga hoy en el testimonio de sus hijas y de tantos educadores que trabajan con denuedo e ilusión para grabar la imagen de Jesús en la inteligencia y el corazón de la juventud.
Años más tarde, el 15 de octubre de 2017, en una multitudinaria eucaristía celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano, el papa Francisco canoniza a nuestro fundador con estas palabras:
“Ad honorem Sanctae et Individuae Trinitatis, ad exaltationem fidei catholicae et vitae christianae incrementum, auctoritate Domini nostri Iesu Christi, beatorum Apostolorum Petri et Pauli ac Nostra, matura deliberatione praehabita et divina ope saepius implorata, ac de plurimorum Fratrum Nostrorum consilio, Beato Faustino Míguez, Sancto esse decernimus et definimus, ac Sanctorum Catalogo adscribimus, statuentes eum in universa Ecclesia inter Sanctos pia devotione recoli debere. In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti.”
Su traducción es esta:
“En honor a la Santísima Trinidad, para exaltación de la fe católica y crecimiento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocando muchas veces la ayuda divina y oído el parecer de numerosos hermanos en el episcopado, declaramos y definimos Santo al Beato Faustino Míguez y lo inscribimos en el Catálogo de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sea devotamente honrado entre los Santos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.”
A continuación, es entonado el Iubilate Deo y se llevaron algunas reliquias del nuevo santo. Acto seguido, el Cardenal Prefecto le agradece al papa la canonización en nombre de la Iglesia y le pide que disponga la redacción de las Letras Apostólicas de la Canonización realizada, a lo que el Santo Padre responde: «Lo ordeno».
Desde este momento, Faustino Míguez es San Faustino Míguez, un modelo de fe y vida para la Iglesia Universal y, de un modo especial, para quienes sentimos como propio el carisma calasancio.
El 28 de octubre de 2000 se inaugura en Getafe el Museo Padre Faustino.
Se trata de un museo religioso en el que se exhiben, para conocimiento y contemplación del visitante, los fondos documentales de la vida del P. Faustino y de la Congregación por él fundada: el Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora.
A través de documentos, fotografías, libros y otros objetos, queda plasmada la riqueza personal y carismática de un hombre polifacético que, como dijo Juan Pablo II, «…fue en la escuela y en la calle, en el confesionario y en el laboratorio, transparencia de Cristo que acoge, perdona y anima». El Museo quiere ser memoria de la labor apostólica de este hombre al que nada ni nadie le fue ajeno y que hoy se prolonga en la misión evangelizadora del Instituto Calasancio.
Entrando en el siguiente enlace, puedes realizar una visita virtual: https://www.institutocalasancio.es/tour/
Y, si te animas, puedes visitarlo presencialmente en Getafe, en el Paseo Pablo Iglesias, 5 A.
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