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Del 3 al 6 de abril se celebrará en Ciempozuelos el Encuentro de Equipos y Comisiones del Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora. Cuatro días de reflexión que buscan ser una puesta a punto 

Y todo, bajo un lema: ‘SYNODIA: Latiendo juntos’. Pero, ¿qué es eso de ‘synodia’?  El Papa Francisco nos ha invitado a todos los católicos adentrarnos en una conversión personal y pastoral para ser una Iglesia sinodal, un ‘caminar juntos’ para discernir que es lo que Dios nos pide en este momento de la historia para poner en salida, al encuentro con los descartados de hoy. De hecho, el pontífice argentino llega a definir la sinodalidad como una “dimensión constitutiva de la Iglesia”. 

A nosotros, en la familia calasancia, no nos pilla ni mucho menos despistados. Caminamos juntos en misión compartida religiosas y laicos, convencidos de que la complementariedad de nuestras vocaciones nos lleva a “buscar y encaminar” a los niños y a los jóvenes de nuestro tiempo con la misma pasión de San Faustino.

La sinodalidad, lejos de ser una ocurrencia del Papa Francisco, se encuentra en el ADN de los cristianos. La palabra SYNODIA es griega y como tal en el Evangelio de Lucas (Lc 2,44) cuando se relata cómo María y José perdieron a su hijo en el templo: “Estos, creyendo que estaba en la caravana –‘SYNODIA’, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos”. SYNODIA tiene aquí el sentido de comitiva, colectivo que sigue un mismo rumbo. 

Entre los primeros cristianos, este término pronto pasó a ser el nombre con el que se identificaba a  la comunidad cuando en su conjunto asume su responsabilidad y contribuye a edificar el Cuerpo de Cristo y el Reinado de Dios. Así pues, SYNODIA es lo que en lenguaje eclesial del hoy identifica como ‘Pueblo de Dios en camino’.

Por ello, en este encuentro nos reunimos como SYNODIA, como familia que camina, desde esa fidelidad creativa a la que estamos llamados para encarnar el carisma calasancio en cada una de nuestras realidades. Caminando juntos, adaptándonos al ritmo de cada uno, pero sin cesar en nuestra marcha de hacer realidad el Reino de Dios a través de la educación. A la escucha del Espíritu, latiendo juntos, con un mismo corazón inquieto que nos lleva hasta las periferias.